miércoles, 3 de noviembre de 2010

DON ELOY ALFARO, INSIGNE AMERICANO

DON ELOY ALFARO, INSIGNE AMERICANO

LILIAN ALARCON DURAN

"El bravo Eloy Alfaro, es de los pocos americanos de creación" diría José Martí, de uno de los hombres más preclaros que ha tenido la república del Ecuador, y la América toda. Alfaro siempre ha sido una figura de leyenda. Las principales figuras de América respetaban su nombre y ayudaban a su causa. Las luchas del pueblo ecuatoriano por primera vez, tuvieran gran repercusión. ¡Nunca un hombre de estirpe manaba ha tenido tanto prestigio e influencia continental!

El cinco de junio de 1895 se marca un hito más de la epopeya del más grande reformador del Ecuador contemporáneo cuando se le proclama Jefe Supremo de la República, -décimo sexto Presidente- luego de más de treinta años de incesante combate del "General de las derrotas".

Más que necesario es de justicia que recordemos algunas de sus obras: la necesaria separación de la Iglesia del Estado; la educación laica y la enseñanza primaria gratuita, el propiciar la participación de la mujer en la vida pública. Y el golpe más fuerte contra el clero y los curuchupas: la Ley de Beneficencia que nacionalizó más de sesenta latifundios, plataforma del poder económico y político que ejercía dictatorialmente la iglesia de ese entonces. De hecho, su mayor obra, la de vanguardia, fue la construcción del ferrocarril trasandino, que venció la brusca geografía y las obsesiones de una oposición fanática y sanguinaria.
Eloy Alfaro es la expresión más cabal de las aspiraciones populares en la etapa de formación de nuestra nacionalidad; así lo creemos todos los ecuatorianos/as. Es que en estos tiempos de bajas pasiones y descomposición social, es un hecho gratificante el triunfo de hace ciento diez años de este hombre manabita, insuperable y único.
No basta el 5 de junio, recordar con una marcha la obra alfarista y su denodada lucha contra la oligarquía corrupta. Es importante honrar la talla del hombre que cumplió sus promesas, que nos dejó un legado de valentía de honor, civismo y dignidad. Hoy más que nunca las acciones de Alfaro deben ser el norte de un país donde la mezquindad política ha devaluado la figura del gobernante y a duras penas se trata de remendar un Estado que se presenta cada vez más perecedero. Ojalá, que la rebelión de Abril no haya servido solo para devolver el poder a los de siempre, sino que permita al rescate de nuestra soberanía y la identidad de los ecuatorianos. Que un aislado episodio de ignorancia y torpeza propiciado por iletrados y analfabetos, no empañe aún más la rebelión quiteña del 20 de Abril. Esta es la ocasión para recordar con dolor y rechazo el asesinato de Don Eloy Alfaro Delgado patrocinado por un oscuro vínculo de liberales traidores, políticos clericales y fanáticos ortodoxos de ese entonces.

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