domingo, 19 de diciembre de 2010

ES NAVIDAD....

ES NAVIDAD…..

LILIAN ALARCON DURAN

… … Cuando rompemos sin temores nuestros arcaicos esquemas mentales y construimos nuevas y dinámicas posibilidades de existencia;… Cuando recreamos la vida, la fe, la esperanza, el compromiso con la verdad;… Cuando descubrimos iniciativas claras, concretas, y sinceras en la edificación de un mundo posible: Navidad es tiempo de reconciliación, de unión, de solidaridad. Sin lugar a dudas la verdadera Navidad nos brinda la oportunidad perfecta para escapar de la tensión del día a día, para experimentar un poco de paz, de armonía espiritual. Recuerdo las navidades de mi infancia, nada lejanas para mi corazón, sin arbolito ni nacimiento como ahora se estila, ni pavo a las 12 de la noche... solo una que otra lucecita encendiéndose y apagándose periódicamente en las ventanas vecinas a mi casa en mi Rocafuerte querido. Mis hermanos y yo, nunca esperábamos regalos ostentosos, solo alguno que otro juguete que nos emocionara el corazón, pero sobre todo el alma. Era todo lo que mi madre podía comprarnos. Nos contentábamos realmente con poco. En la mañana del 25, al descubrir los juguetitos lindos, un emocionado: “¡ya nació el niño Dios!", la alegría en los ojos de todos y sobre todo en los de mi mami Lolíta... ¿Era necesario pedir más? No, no amigos/as ¡que felices éramos entonces con casi materialmente nada!!! El e-mail emotivo que me escribiera el año pasado una linda amiga de la niñez lo refrenda. Chariot Mancero entre otras cosas me escribe:” En estas fechas, aunque te parezca increíble querida Lilian, tengo un lindo recuerdo de mi infancia en el internado de las oblatas de Rocafuerte y es por eso que nunca podré olvidar a aquellas monjitas que hicieron posible que pudiera soñar la noche de Navidad. No he vuelto a vivir la sensación de sentirme transportada a un nivel de éxtasis tal, escuchando el coro de las monjitas cantando el Aleluya en Navidad, allá en la capilla del colegio San Francisco de Sales, a las 12 de la noche, en medio de luces, resplandecientes y olor a incienso, aleluya coreado por niñas cuyos ojos y corazones desbordantes de ilusión, eran capaces de una levitación inconsciente con tal de acercarse al niño del pesebre. Y luego de la misa de gallo, ir a comer el rico aguado de gallina que las monjitas hacían preparar para agasajarnos a las niñas internas que se quedaban acompañándolas en esas fechas. Ah!, ese recuerdo no lo cambio por nada mejor en mi vida!!” Querida Chariot, yo tampoco cambiaría, los años muy pobres de mi existencia que pasé en el regazo de mi madre y en ese colegio maravilloso en que fuimos tan felices. Para todas y todos los lectores ¡Una cálida y tierna Navidad!

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