martes, 15 de marzo de 2011

POR LOS HERMANOS Y HERMANAS DE JAPON!!!!

ORACION POR LOS AFECTADOS DE JAPÓN. REZALA CON LOS TUYOS,

¡¡¡ Señor, quiero decirte GRACIAS, porque hoy me desperté y sabía dónde

estaban mis seres queridos. Porque esta mañana mi casa estaba en pie,

porque esta mañana no estoy llorando a mis hijos, mi esposo, mis padres,

mi hermano o hermana que necesitan ser rescatados debajo de una pila

de concreto, porque esta mañana pude tomar un vaso con agua, porque esta

mañana no estoy planificando un funeral, y ante todo te agradezco Señor

que todavía estoy viva y tengo voz para rezar por la gente de JAPON.

Señor, te ruego a ti, el único que hace posible lo imposible, el único que

transforma la oscuridad en luz, te ruego que les des fuerza a esas madres

que están sufriendo; que les des la paz que supera cualquier entendimiento;

que abras las calles para que la ayuda llegue; que proveas doctores,

enfermeras, comida, agua y todo lo que ellos necesiten.

Para los que perdieron a sus familias, dales resignación, paz, esperanza y coraje para seguir adelante. Protege a los niños, ancianos, hombres y mujeres japoneses con tu infinito poder. Te lo ruego en el nombre de Nuestro Señor Jesucristo, y de su Santísima Madre la Siempre Virgen María. Amen.



Por favor, todos recemos juntos por los hermanos y hermanas

de JAPÓN. Nadie en el mundo, está libre de una catástrofe igual.!!! LILIAN

lunes, 7 de marzo de 2011

POR EL DIA INTERNACIONAL NUESTRO (8 DE MARZO)




MUJER HONORIS CAUSA

LILIAN ALARCON DURAN

En ocasión del Día Internacional de la Mujer, es oportuno compartir lo que me contaron hace poco: un periodista, llamémosle Pablo, logró colarse por curiosidad en cierto congreso de mujeres latinoamericanas, que se desarrollaba en la capital de México. Más, fue sorprendido infraganti tomando fotos desde un pasillo. Por motivos obvios era el único hombre presente. Y cuando lo requirieron, se quedó sin habla; no estaba acreditado ni pertenecía a un periódico que lo justificara, trató de librarse del momento con cuanto argumento feminista se le ocurrió. Aseguró que la mujer era una heroína, que demostraba su valentía moral y física en cada parto; que las madres enfrentaban con toda serenidad cualquier peligro por salvar a sus hijos, fuera de catástrofes naturales, de la policía o de la “mala junta”, en fin un tropel de lisonjas exculpatorias. Para rematar, a sabiendas de que solo podría añadir una o dos frases, certificó: “Una mujer en pie de lucha es todo un hombre”.

Aparte del asombro, aquella afirmación provocó una cascada de aplausos y una algarabía incontrolable. Qué orgulloso se sintió. Hasta estas sobresalientes mujeres necesitaban de vez en cuando que les movieran un poco el piso. En la mesa directiva, se levantaron algunas manos para pedir la palabra con cara de pocos amigos. Tomó el micrófono una indígena peruana. Con su habla suavecita de eses bien marcadas y largas erres agradeció las palabras de apoyo y elogio. Invitaba a repensar si en verdad las engrandecía ser consideradas hombres. No dudaba de la sinceridad del emocionado testimonio del compañero; pero la masculinidad no era una categoría de mérito, era parte del machismo al uso, una posición social de fuerza y, por cierto, un rezago del pasado. Ellas eran sus iguales, no las sustitutas ni las émulas. Visto que no paraba el desorden, la Presidenta dio un par de palmaditas y anunció un receso de media hora. Al regresar, la mismísima Rigoberta Menchú, Premio Nobel de la Paz, con sutiles matices irónicos en su voz informó que la reunión continuaría con su agenda prevista después que le entregaran un reconocimiento al amigo que con tanta vehemencia las llevara a categoría de hombre. Le pidió al periodista darle sus nombres y apellidos. Ella describió en breves palabras la satisfacción que les producía entregarle un merecido diploma en reciprocidad al papel que él les atribuyera. Algo tan rotundo podría considerarse un aporte a la paz mundial, y si todos los hombres practicaran esas convicciones, desaparecerían las desigualdades y los abusos. Rigoberta dio lectura al Certificado, con sus dos nombres y apellidos. Y Pablo puede narrar con todo detalle el incidente; pero jamás muestra el diploma: lo considera una mancha en su expediente viril. Enormes letras rojas lo designaban:

Mujer honoris causa



Portoviejo-Manabí-Ecuador

Marzo de 2011

jueves, 3 de marzo de 2011

EDUARDO GALEANO..EL GRANDE!!!

Eduardo Galeano:

La Independencia es Otro Nombre de la Dignidad

* Palabras pronunciadas el 22 de febrero de 2011, en la ceremonia de entrega de la Medalla 1808, que el jefe de Gobierno de la ciudad de México, Marcelo Ebrard, otorgó al escritor Eduardo Galeano

(Tomado de La Jornada)

…Todas nuestras naciones nacieron mentidas. La independencia renegó de quienes, peleando por ella, se habían jugado la vida; y las mujeres, los analfabetos, los pobres, los indios y los negros no fueron invitados a la fiesta.

Y empiezo por decir gracias: Gracias, Marcelo, por este regalo, esta alegría. Te digo gracias en nombre propio y también en nombre de los muchos sureños que jamás olvidarán su gratitud a México, el país de su exilio, refugio de perseguidos en los años de mugre y miedo de nuestras dictaduras militares.

Y quiero subrayar que México merece, por eso y por muchos otros motivos, toda nuestra solidaridad, ahora que esta tierra entrañable está siendo víctima de la hipocresía del narcosistema universal, donde unos ponen la nariz y otros ponen los muertos, y unos declaran la guerra y otros reciben los tiros.

En la ciudad de Quito, al día siguiente de la independencia, una mano anónima escribió en una pared: Último día del despotismo y primero de lo mismo.

Y en Bogotá, poco después, Antonio Nariño advertía que el alzamiento patriótico se estaba convirtiendo en baile de máscaras, y que la independencia estaba en manos de caballeros de mucho almidón y mucho botón, y escribía: Hemos mudado de amos.

Y el chileno Santiago Arcos comprobaba, desde la cárcel:

-Los pobres han gozado de la gloriosa independencia tanto como los caballos que en Chacabuco y Maipú cargaron contra las tropas del rey.

Todas nuestras naciones nacieron mentidas. La independencia renegó de quienes, peleando por ella, se habían jugado la vida; y las mujeres, los analfabetos, los pobres, los indios y los negros no fueron invitados a la fiesta. Aconsejo echar un vistazo a nuestras primeras Constituciones, que dieron prestigio legal a esa mutilación. Las Cartas Magnas otorgaron el derecho de ciudadanía a los pocos que podían comprarlo. Los demás, y las demás, siguieron siendo invisibles.

Simón Rodríguez tenía fama de loco, y así lo llamaban: El loco. Decía locuras, como éstas:

-Somos independientes, pero no somos libres. La sabiduría de Europa y la prosperidad de los Estados Unidos son, en nuestra América, dos enemigos de la libertad de pensar. Nuestra América no debe imitar servilmente, sino ser original.

Y también:

-Enseñemos a los niños a ser preguntones, para que se acostumbren a obedecer a la razón: no a la autoridad como los limitados, ni a la costumbre como los estúpidos. Al que no sabe, cualquiera lo engaña. Al que no tiene, cualquiera lo compra.

Don Simón decía locuras, y hacía locuras. Allá por mil ochocientos veinte y pico, sus escuelas mezclaban a los niños y a las niñas, a los pobres y a los ricos, a los indios y a los blancos, y también unían la cabeza y las manos, porque enseñaban a leer y a sumar, y también a trabajar la madera y la tierra. En sus aulas no se escuchaban los latines de sacristía y se desafiaba la tradición del desprecio por el trabajo manual. Poco duró la experiencia. Un clamor de indignadas voces exigía la expulsión de este sátiro que ha venido a corromper a la juventud, y el mariscal Sucre, presidente del país que ahora llamamos Bolivia, le exigió la renuncia.

A partir de entonces, anduvo a lomo de mula, peregrinando por las costas del Pacífico y las montañas de los Andes, fundando escuelas y formulando preguntas insoportables a los nuevos dueños del poder:

-Ustedes, que imitan todo lo que viene de Europa y de los Estados Unidos, ¿por qué no les imitan la originalidad, que es lo más importante?

Este viejo vagabundo, calvo, feo y barrigón, el más audaz y el más querible de los pensadores de América, estaba cada día más solo, y solo murió.

A los ochenta años, escribió:

-Yo quise hacer de la tierra un paraíso para todos. La hice un infierno para mí.

Simón Rodríguez fue un perdedor. Según la escala de valores de este mundo, que sacraliza el éxito y no perdona el fracaso, los hombres como él no merecen memoria.

Pero, ¿acaso no está vivo don Simón en la energía de dignidad que hoy recorre nuestra América de norte a sur? ¿Cuántos hablan por su boca, aunque no lo sepan, como hablaba en prosa aquel personaje de Molière que no sabía que hablaba en prosa?

¿Acaso don Simón no nos sigue enseñando, un siglo y medio después de su muerte, que la independencia es otro nombre de la dignidad? Es verdad que todavía pesa, y mucho, la herencia colonial, que aplaude la copia y maldice la creación y admira, como denunciaba don Simón, las virtudes del mono y del papagayo. Pero también es verdad que son cada vez más los jóvenes que sienten que el miedo es una cárcel humillante y aburrida, y libremente se atreven a pensar con sus propias cabezas, sentir con sus propios corazones y caminar con sus propias piernas.

Yo no creo en Dios, pero sí creo en el humano milagro de la resurrección. Porque quizás se equivocaban aquellos dolientes que se negaban a creer en la muerte de Emiliano Zapata, y creían que se había marchado a Arabia en un caballo blanco, pero sólo se equivocaban en el mapa. Porque a la vista está que Zapata sigue vivo, aunque no tan lejos, no en las arenas de Oriente: él anda cabalgando por aquí, aquí cerquita nomás, queriendo justicia y haciéndola.

Y fíjense ustedes lo que ha ocurrido con otro perdedor, José Artigas, el hombre que hizo la primera reforma agraria de América, antes que Lincoln y antes que Zapata.

Hace casi dos siglos, él fue vencido y condenado a la soledad y al exilio. En años recientes, la dictadura militar del Uruguay le erigió un ampuloso mausoleo, queriendo encerrarlo en cárcel de mármol. Pero cuando la dictadura intentó decorar el monumento con algunas de sus frases, no encontró ninguna que no fuera subversiva. Ahora el mausoleo tiene fechas y nombres de batallas, y ninguna frase. Involuntario homenaje, involuntaria confesión: Artigas no es mudo, Artigas sigue siendo peligroso.

Cosa curiosa: con tantos vivos que hablan sin decir, en nuestras tierras hay muertos que dicen callando.

Bienaventurados sean los perdedores, porque ellos cometieron la insolencia de amar a su tierra, y por ella se jugaron la vida. Pero está visto que el patriotismo es el honorable privilegio de los países dominantes: sólo los que mandan tienen el derecho de ser patriotas. En cambio, los países dominados, condenados a obediencia perpetua, no pueden ejercer el patriotismo, so pena de ser llamados populistas, demagogos, delirantes: nuestro patriotismo se considera una peste, peste peligrosa, y los amos del mundo, que nos toman examen de Democracia, tienen la mala costumbre de conjurar esta amenaza a sangre y fuego.

Bienaventurados sean los perdedores, porque ellos se negaron a repetir la historia y quisieron cambiarla.

Bienaventurados sean los perdedores, y malditos sean quienes confunden el mundo con una pista de carreras y lanzados a las cumbres del éxito trepan lamiendo hacia arriba y escupiendo hacia abajo.

Bienaventurados sean los indignados, y malditos sean los indignos.

Maldita sea la exitosa dictadura del miedo, que nos obliga a creer que la realidad es intocable y que la solidaridad es una enfermedad mortal, porque el prójimo es siempre una amenaza y nunca una promesa.

Bienaventurado sea el abrazo, y maldito sea el codazo.

Sí, pero… Cuántos perdedores, ¿no?

Cuando algún periodista me pregunta si soy optimista, yo contesto, sinceramente:

-A veces. Depende de la hora.

Siempre me parecieron más bien inhumanos los optimistas full time.

Creo que el desaliento es un derecho humano, y de algún modo es también la prueba de que somos humanos, porque no sufriríamos el desaliento si no tuviéramos aliento.

Hay que reconocer que no es muy alentadora la realidad, que tiene la jodida costumbre de recompensar a los exprimidores del prójimo y a los exterminadores de la tierra, el agua y el aire. Y en cambio, las más apasionantes aventuras de transformación de la realidad suelen quedarse a mitad de camino, o se extravían y se pierden, y muchas veces terminan mal.

Hay que reconocerlo, digo, pero también cabe preguntar: Cuando esas lindas experiencias colectivas terminan mal, ¿de veras terminan? ¿No hay nada que hacer, sólo nos queda resignarnos y aceptar el mundo tal cual es, como si fuera destino? Hace pocos años, se puso de moda la teoría del fin de la historia. Más de uno se tragó ese sapo, a pesar de que el sentido común nos demuestra, con poderosa sencillez, que la historia nace de nuevo cada mañana.

Lo mejor de este asunto de vivir está en la capacidad de sorpresa que la vida tiene. ¿Quién podía presentir que los países árabes iban a vivir este huracán de libertad que están ahora viviendo? ¿Quién iba a creer que la plaza de Tahrir iba a dar al mundo esta lección de democracia? ¿Quién iba a creer lo que ahora puede creer ese muchachito plantado en la plaza durante días y noches, cuando dice: Nadie nos va a mentir nunca más?

Al fin y al cabo, cuando la historia dice adiós, o eso parece decir, ella nos está diciendo, o al menos murmurando: hasta luego, hasta lueguito, nos estamos viendo.

Y yo me despido de ustedes, ahora, que ya es hora, como la historia me enseñó, diciéndoles gracias, diciéndoles: hasta luego, hasta lueguito, nos estamos viendo.

martes, 1 de marzo de 2011

LA REVOLUCION CIUDADANA!!!

La Revolución es la unión de todas las personas honradas

La Revolución es la unión de todas las personas honradas, la gran unión de todas las personas útiles, de todas las personas estudiosas, de todas las personas dignas, de todas las personas que producen para el pueblo; bien produzcan bienes materiales, bien sea el obrero que levanta un edificio para una fábrica, o para una escuela, o para un hospital; bien sea un músico que entretiene al pueblo, que toca en una fiesta, que divierte al pueblo, que emociona al pueblo; bien sea un maestro, o un profesor, o un médico, o un ingeniero, o un arquitecto, o un artista que realizan trabajos útiles para el pueblo.

Y la Revolución es eso: la gran congregación, la gran unión, la gran hermandad de todas las personas útiles, honradas y dignas del pueblo.

Fidel, 28 de septiembre de 1961